”La carta había sido un parto. Con dolor. Un parto cargado de espinas con la mejor de las intenciones: devolver la paz al alma de una niña herida. Ahora, lo que ella le pedía era… Los ojos de Elsi seguían fijos en él. Unos ojos transparentes, hermosos, llenos de sincera entrega. La niña creía. Se había transformado en el cartero de muñecas. Creía y eso era más de lo que muchos adultos podían esperar de los niños (...) ¿Cuántas cartas necesitaría Elsi para ser feliz? ¿Y cuántas Brígida para liberarse?
Jordi Sierra i FabraKafka y la muñeca viajera