En La casa de los cubos, los japoneses Kunio Kato y Kenya Hirata nos proponen bajar-viajar a las profundidades del mar en donde el pasado de un abuelo se revela como una gran casa en construcción. Este pasaje a la profundidad invita a vivir el bello placer de recordar. A su vez, la nostalgia se hace presente como un contrapunto necesario. En las ilustraciones, las acuarelas nos sumergen en el azul del mar profundo y en el amarillo de la vida intensa. Este libro-álbum destinado a las infancias es un buen punto de vista para explorar el misterio de la existencia.
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L a casa de los cubos es un libro álbum creado por el gran ilustrador y animador japonés Kunio Kato. El delicado texto es del guionista Kenya Hirata. Esta obra es reconocida porque en su versión audiovisual ganó el premio Óscar 2009 al cortometraje animado. Es un caso excepcional en el que un cortometraje da pie al nacimiento de un libro y no al revés. En la materialidad del libro, la potencia de lectura es otra. Avanzar, retroceder, detenerse para ver con más detalle son formas que la lectura del libro habilita en el interjuego corporal que hacemos con él. ¿Es un libro? ¿Sus hojas son de papel o de agua? La sensación de tocarlo se confunde con la de sumergirse en el mar.
En la historia, un abuelo vive en una pequeña casa que apenas sobresale en la superficie. El agua se ha desbordado, y muchos se han ido. Allí en ese lugar casi sin vida, el abuelo pasa las horas en soledad observando fotos de su familia, leyendo las cartas de sus hijos que viven lejos y jugando al ajedrez con algún vecino. Él sobrevive con lo mínimo que le proporciona su huerta, la pesca, las gallinas y lo que las embarcaciones venden. El problema se suscita cuando el invierno llega, el agua sube y él debe construir una nueva casa sobre la que vive. Un cubo sobre otro cubo. Durante la construcción, debe viajar a las casas que están debajo para buscar las herramientas necesarias. Allí, el abuelo se sumerge buceando en los antiguos cubos y se encuentra con la presencia del pasado. Una especie de museo de su propia existencia. En cada casa, la historia familiar se hace presente como memoria viva: el día en que la abuela murió, el casamiento de una hija, la fiesta de carnaval y demás. Al sumergirse, cada escena nos traslada a ese tiempo en donde la vida reverbera de luz y oscuridad. Donde toma sentido la existencia en los profundos vínculos construidos. Llegamos incluso a encontrar la primera construcción, un tiempo antes de la inundación, donde el abuelo y la abuela comienzan a construir el amor, su familia y su hogar.
En el texto verbal, las palabras en prosa poética van armando una bella música. Una a una, construyen el ritmo de la memoria. Una memoria lenta, pausada, con un tono nostálgico y con pequeños destellos de alegría. El narrador nos permite bucear en la memoria del abuelo. Una memoria sencilla, llena de recuerdos que hacen de lo cotidiano lo más bello del mundo.
Las ilustraciones funcionan como un texto visual. Cada una se entrama en una secuencia doble. Por un lado, las acciones del abuelo en el mundo físico que son azules y apenas oscuras, como la profundidad del mar. Por el otro, las escenas de la vida pasada evocadas por la memoria que son luminosas y amarillas. El lápiz de acuarelas les da la delicadeza que precisan para apenas contrastar entre ellas. Son dos mundos que convergen en el inmenso personaje del abuelo. En él, construimos un universo onírico en donde el agua y los humanos, el pasado y el presente, están apenas separados.
Hacia el final, todo parece desembocar en una gran pena. Ese pasado podría haber dejado a nuestro abuelo en la más profunda de las tristezas. Todo lo que está sumergido ya no vive sino en su interior. Los hijos están lejos y la abuela murió. Sin embargo, la esperanza renace en esta nueva casa. El cubo ya está listo para ser habitado y una hermosa flor de diente de león nos avisa que la vida continúa. La primavera comienza y, por supuesto, el abuelo sonríe.
Este delicadísimo libro nos coloca ante el tópico universal de la memoria. Memoria como aquello que viene del pasado, nos constituye y nos permite vivir hacia el futuro. Pero ¿cómo se ilustra la memoria? Esta lectura nos convoca a sumergirnos en el agua, y así sumergirnos en la vida. A medida que el lector baja-viaja, el misterio de la existencia se nos revela condensado en una historia. A su vez, la experiencia de leer el libro se parece a una visita. El abuelo nos abre la puerta de su casa, nos invita a su espacio interior. El lugar en donde se asienta su existencia, su intimidad. Él nos abre la puerta y nos ofrece un bello diálogo de corazones.
La editorial PIPALA, que nació como una colección de Adriana Hidalgo, nos invita al encuentro con obras de arte que son también para las infancias. Esto es importante. El libro no funciona como una caja desde la que podemos extraer algo, sino como un trasluz desde el cual podemos explorar el sinfín de la existencia. De los libros destinados a las infancias, solo algunos logran constituirse como Literatura. Son solo aquellos que nos provocan la ambigüedad, la emoción, el misterio y la perplejidad. La casa de los cubos posee la capacidad para seducirnos como lectores, sin importar la edad, y vivir la belleza en sólo 46 páginas.