”Puertas, puertas, puertas, puertas; cinco puertas exteriores en la casa. Rose conocía el sonido que hacía cada una de ellas al abrirse o cerrarse. La puerta trasera que usaba Phil dejaba entrar el fuerte viento, que hinchaba la alfombra y hacía que se retorciera como una serpiente. Una tarde, supo que Phil había entrado en la casa: caminaba con un paso rápido, ligero, muy arqueado, con sus pies más bien pequeños. Ella lo oyó entrar a su dormitorio y cerrar la puerta. Protegida de sus pensamientos y emanaciones por esa puerta cerrada, se sentó y empezó a tocar; pero, cuando empezó a escuchar de manera crítica sus propias interpretaciones, oyó otro sonido, el del banjo de Phil, y de pronto se dio cuenta de que cuando ella practicaba él también tocaba. Hizo una pausa, mirando las teclas. El punteo del banjo también se detuvo. Cautelosamente, empezó a tocar de nuevo. De nuevo, el banjo. Hizo una pausa; el banjo hizo una pausa. Entonces, tuvo la sensación de que algo le trepaba por la nuca: él estaba tocando precisamente lo que estaba tocando ella... y mejor.
Thomas SavageEl poder del perro