”Cuando salió del parque Steglitz era mucho más tarde de la hora en que acostumbraba a hacerlo. A pesar de ello y del motor que acababa de dispararse en su cuerpo, no corrió, no se precipitó. Su cabeza bullía. Pensaba en Brígida, en Elsi, en el lugar en que primero hubiera desembarcado la muñeca, en la forma en que se lo escribiría a su dueña. Llegó a su calle, a su casa, envuelto en la misma fiebre. Había creado un singular y misterioso enigma: la muñeca viajera.
Jordi Sierra i FabraKafka y la muñeca viajera