Skip to main content

Se reedita El poder del perro, clásico del western literario. Trabajo revisionista sobre el Oeste mítico, la novela de Savage es una apasionante descripción de la intemperie en la que viven sus personajes, que es a la vez posibilidad infinita y cárcel de sus pasiones. El relato llegó a la pantalla de la mano de Jane Campion, trabajo que le valió un Óscar a mejor dirección, que se debate entre lealtades y traiciones al cine y a la literatura que la inspiró.

 

1 Vivió entre las vacas y los vaqueros. Pisó el suelo de Montana y su polvo se le metió en la nariz. Era de una familia de clase acomodada, pero trató a la gente que trabaja la tierra. Él también se ensució las manos. Estudió literatura inglesa en la universidad, pero también trabajó de peón de estancia, asistente de fontanería y guardafrenos del ferrocarril. Domó caballos y trasladó ovejas a través de la incontable cantidad de kilómetros que le dan suelo a su escritura.

 

2 Thomas Savage es de los escritores que escriben sobre lo que conocen. Habitante de los dos mundos, el de dueños de estancia que ejercen señorío sobre ranchos enormes y el de proletarios que llegan al Oeste soñando un poco más que un palmo de tierra. Conocía la cultura de ambos grupos y la textura de sus días, el grano fino de la vida rural a principios del siglo pasado: los distintos tipos de nudos que usan los vaqueros, la forma en la que se dividía semanalmente la carne faenada en la estancia, la ropa que usaban las mujeres para lucirse un domingo, las decoraciones de los comercios o las marcas de autos que ya no existen.

 

3Conocía también de historias familiares complicadas. Thomas fue Savage primero, luego Brenner, apellido adoptivo; después, cuando empezó a publicar, de nuevo Savage. El padre biológico se separó de su madre cuando Thomas tenía dos años, y desapareció del cuadro. El padrastro fue un hombre bueno, pero Thomas nunca se sintió parte del clan Brenner. Dos familias, doble castigo: los traumas familiares que vienen de fábrica, duplicados por los de la casa que lo adoptó. En el posfacio que estudia la novela (en la edición de Alianza), Annie Proulx, autora de westerns por derecho propio, relata: “Esta complejidad familiar de nombres e identidades, de pasados perdidos y secretos ocultos, caracteriza la vida de Savage, así como sus novelas y las personas que las habitan. La maraña de abandono, pérdida, familias rotas y situaciones emocionales difíciles se relaciona en un grado considerable con su vida. A partir de los intensos dramas que lo rodearon en su infancia y desde el ventajoso punto de vista de vista del marginal en la casa de los Brenner, Savage desarrolló una percepción exquisita y aguda de los matices del lenguaje corporal, de las entonaciones y de los silencios”.

 

4Con todo este conocimiento sobre sus personajes, El poder del perro suele ser caracterizada como “estudio psicológico”. Pero Savage no escribe desde el punto de vista de quien acuesta a sus personajes en el diván. En El poder del perro los personajes hablan por sí mismos, o mejor, se hablan a sí mismos. La prosa de Savage es, de manera indirecta, el diálogo interior de cada uno de los protagonistas. Asume la voz elitista y agria de Phil Burbank o la voz austera y dócil de su hermano George. El discurso dulce y desesperado de Rose o el discurso astuto y gélido de Peter. Si se quiere, podremos inferir la psicología de los personajes; Savage reserva cualquier diagnóstico para un trabajo voluntario del lector.

 

5La introspección de los protagonistas se vuelca sobre el paisaje. Savage describe una locación y un momento histórico preciso, pero cada uno de sus personajes observa un panorama subjetivo. Nunca más claro que en el gran misterio del libro, el perro en plena carrera que ve Phil cuando mira las montañas que rodean la estancia donde transcurre el relato. No es puro paisaje psicológico. Savage continúa la tradición del western, donde el paisaje se vuelca sobre los personajes: “Siempre he creído que el paisaje forma a la gente. Cualquiera diría, por ejemplo, que hay algo distinto en los del Oeste. Para empezar, son más abiertos. Creo que la diferencia tiene que ver con el hecho de que les resulta imposible contemplar las Montañas Rocosas – o mirar el horizonte, igualmente vasto – y recordar que existe Europa, que existen los vecinos, o cualquier otra cosa”. Lo que hace el paisaje con los personajes, lo que ellos hacen con el suelo que habitan: El poder del perro es dialéctico y su síntesis es la apasionante descripción de esa intemperie en la que viven sus personajes, que es a la vez posibilidad infinita y cárcel de sus pasiones.

 

6Inscripta en la tradición del western, El poder del perro llega sin embargo en el momento de su reescritura, durante su etapa revisionista. Lo que muestran las obras (las películas, las novelas) es el reverso del Oeste mítico. Antes, la concreción del Destino Manifiesto, la promesa de libre empresa y prosperidad absoluta para el individuo que vaya a perseguir sus sueños a la tierra de las oportunidades. Ahora, la historia marcada a fuego y escrita con sangre, el costo humano del proceso histórico, el genocidio indio y las postrimerías de la guerra civil que hizo que hermanos maten a hermanos. En El poder del perro, ambientada a principios de siglo XX, la victoria pírrica ya se cobró millones de vidas y la recompensa son enormes extensiones de tierra, parajes donde nadie sabe muy bien qué hacer para no sucumbir a la angustia.

 

7En aquel comienzo de siglo, el proceso mitológico no terminó. Lo que surge por entonces es el Oeste autoconsciente que se quiere ver a sí mismo en la imagen que proyectan las obras que lo mitificaron en primer lugar. Los vaqueritos que trabajan para Phil quieren tener las aventuras de los cowboys legendarios que viven en la leyenda oral o en la página de la historieta. Aspiran a vivir algo más parecido a lo que las incipientes canciones de country dicen que ya son. Sueñan con algún día ser objeto de algún relato de ese otro arte de masas naciente, el cine, que por entonces ya sueña su propio Oeste. El mandato de vivir a la altura del mito es uno de los niveles del infierno masculino por el que se mueven los personajes de Savage.

 

7Los derechos para adaptar el libro al cine fueron cedidos cinco veces, pero el proyecto siempre quedaba en la nada. Hubo que esperar hasta 2021 para ver la versión dirigida por Jane Campion, la directora neozelandesa que ganó la Palma de Oro por La lección de piano (The Piano, 1993). El casting es casi perfecto, pero tiene un defecto imperdonable en su centro. Jesse Plemons está inmaculado en el papel de George: su aplomo corporal y su comodidad en el silencio puestos al servicio del personaje menos a gusto con las palabras; un actor a contramano del histrionismo psicótico que conduce a los premios. Kirsten Dunst encarna con dignidad absoluta la desesperación que se cocina a fuego lento al interior de Rose; ex ídola adolescente, ahora mayormente figura de reparto, como Rose, la actriz que la interpreta sabe lo que es ser juzgada por su apariencia física y tener que pelear por ser valorada por su talento en un entorno hostil; Hollywood nunca dejó de ser parte del salvaje Oeste.

 

8Casting casi perfecto, con un hueco en el centro. ¿Cómo va a ser Phil un tipo que no sabe montar a caballo? Los cowboys que definieron el western del Hollywood clásico no venían de la Royal Academy of Dramatic Art de Londres. Venían del circo, del vodevil, de ponerle el cuerpo al espectáculo o a montar para el ejército (Randolph Scott), de criarse entre caballos (Gary Cooper). Benedict Cumberbatch, cuya familia es dueña de la mitad de la isla de Barbados y que es descendiente de Ricardo III, es un buen actor. Pero cuando lo vemos sufrir el galope de su caballo se rompe cualquier ilusión de ver a Phil. Y cuando lo escuchamos intentar un acento yanqui que resulta en una forma de hablar que no tiene nadie en el planeta, comenzamos a sospechar de las montañas que rodean a los actores. Esto no es Montana, es Nueva Zelanda; la vanidad de una estrella y la necesidad de generar reproducciones de Netflix crearon este vaquero de ninguna parte, que nos saca de la historia para hacernos pensar en las maquinaciones de las plataformas de streaming que tratan al arte como al ganado que se faena en la estancia de los hermanos Burbank.

 

9¿Por qué ahora sí El poder del perro en la pantalla? La revisión del Oeste mítico ya se hizo en los ’60 y los ’70. Los héroes blancos convertidos en colonizadores sanguinarios, los indios reinterpretados en pueblos originarios, víctimas del genocidio y (con más o menos grado de fetichismo) poseedores del verdadero reservorio moral de la Nación. Eso es tangencial, pero importante en la novela, con la inclusión del orgulloso líder de una tribu que ahora vive en una reserva – tierra que el gobierno le asigna a los pueblos originarios para una vida marginal disfrazada de compensación histórica. En la película, el hombre tiene una sola línea de diálogo; el originario es nuevamente apenas más que un extra en la historia que pertenece a los blancos. Un retroceso para la política de las identidades con las que se obsesiona Hollywood en su búsqueda de una cara humana para el capitalismo tardío. La pantalla es cada vez más diversa, no por convicción política, sino como reorientación de marketing- detrás de la pantalla quienes toman las decisiones y cuentan los billetes siguen siendo los mismos -. Más grupos sociales representados, más nichos de mercado. El poder del perro no está del todo fuera de este fenómeno.

 

10Para crédito de Jane Campion, su película no se trata de una incursión cínica en la diversificación del Oeste filmado. Campion es una cineasta respetable que aprovecha una coyuntura, pero no se rinde ante sus tendencias más banales. Al igual que Secreto en la montaña (de Annie Proulx, adaptada al cine por Ang Lee en 2006) la novela de Savage aborda la homosexualidad entre machos vaqueros. Pero Campion no filma un romance diverso, sino un fantasma. La represión homofóbica que es tanto externa como interna (por lo tanto, más difícil de filmar). La tensión que se desprende de las líneas que escribió Savage se transforma en formas de posicionar la cámara. La amenaza opresiva y también la seducción homoerótica. En sus mejores momentos, la película de Campion no es una ilustración de ideas, una reducción del libro a su tema, sino un clima cinematográfico tenso que se puede cortar (y se cortará) con un cuchillo.

 

11La directora parte con ventaja. La novela de Savage no solo es muy rica en imágenes, sino que, como tantas grandes novelas, viene con su propia banda sonora. Cómo silba el viento cuando el invierno siente que se avecina la primavera, cómo relincha el caballo ante las demandas de su domador, cómo traqueteaba un viejo automóvil REO. Savage casi le hace un guion técnico a Campion: así tiene que sonar esta historia. El sonido cumplirá su papel dramático y nunca se ve mejor esto que en el duelo de piano y banjo con el que Phil mortifica a Rose, que Campion filma dejando al hombre fuera de campo. No es la escena de una película de terror, pero sí de una de fantasmas.

 

12Muchas veces las adaptaciones literarias son acusadas por no ser fieles a la obra original, juicio que muchas veces conlleva un error conceptual. Hay traducciones imposibles; la de libro a cine es una de ellas. El problema de la adaptación no es traicionar el texto, lo cual es inevitable, sino degradarlo, lo cual es imperdonable. En una puesta en escena no se puede más que modificar la fuente; el desafío es saber qué aspecto de la obra es innegociable. Mi acusación: El poder del perro de Campion es demasiado fiel a la novela. Muy apegada al texto, en diálogos y estructura. Problema que se agrava por otras lealtades. Demasiado fiel al modelo de producción que pone a un lord inglés en la piel de un cowboy, demasiado fiel al mandato de presentar una tesis que explique el mundo representado, demasiado fiel a una forma de filmar académica que simplifica la tarea de traducir letras en imágenes por medio de la literalidad. El cine no tiene un compromiso con la literatura, por más grandiosa que sea – y la novela de Savage es grandiosa. El único compromiso que tiene el cine es con la realidad y con la traición que implica filmarla.

Santiago Gonzalez Cragnolino

(Córdoba, 1988) Es crítico de cine, es decir, un sapo de otro pozo que se zambulle en el estanque de la literatura. Cree que igualmente hace un papel digno. Escribe una columna sobre la historia del cine titulada “Los premios”, para el sitio Con los ojos abiertos. Cuando no trabaja para festivales de cine, lee policiales, biografías de músicos, ensayos de todo tipo. Y ocupa más tiempo que lo aconsejable buscando datos inútiles en internet.