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El filósofo italiano Giorgio Agamben motivado por el halo enigmático que se desprende de la vida del poeta loco Frederich Hölderlin se propone bordear lo inasible de “la verdad de una existencia”.

 

L o primero que diré es que este es un libro con una estructura encriptada, compuesto por: una nota de los traductores, una advertencia, un umbral, un prólogo, una crónica que va de 1806 a 1843 y un epílogo. El preámbulo laberintico que precede su núcleo es fiel al intento de una empresa compleja: bordear el misterio de una vida tomada como enigma. El agente de esta operación de curaduría es Giorgio Agamben. El filósofo italiano reúne fragmentos de cartas, poemas, textos y sucesos biográficos e imaginarios en el escenario de la Alemania del siglo XIX. Lo hace con delicadeza y atención flotante, no se detiene buscando indicios psicológicos ni pistas de inocencia o culpabilidad, sino que avanza con obstinado escepticismo.

 

La pregunta que se me presentaba en la lectura era ¿Por qué Agamben se interesa por la locura de Hölderlin?

Veamos lo que nos advierte antes de comenzar: “(…) el tenor de verdad de una vida no puede definirse exhaustivamente con palabras, sino que de algún modo debe permanecer oculto” // “Exponer una vida, según tratará de hacerlo esta crónica, significa renunciar a conocerla para mantenerla en su inerme, intacta cognoscibilidad” // “La verdad de una existencia demuestra ser irreductible a los sucesos”.

La lectura inspira algunas hipótesis sobre el deseo del escritor puesto a girar alrededor de las escenas de la vida del poeta. Hay algo de la vida de Hölderlin que lo cautiva incluso a pesar de que se mantiene a cierta distancia prudencial de la cuestión de la verosimilitud de su biografía. Estas citas invitan a intuir que quizás su deseo, el motivo que lo lleva a emprender esta crónica tan especial, se cierne alrededor de la leyenda del poeta loco precisamente por esa dimensión de leyenda, por la construcción narrativa que rodea una verdad que sólo se presiente en tanto deja un lugar vacío, opaco, irreductible pero que se hace presente por sus efectos y las pasiones que suscitan.

Otra pregunta que despierta el libro es ¿De quién es la locura de Hölderlin? cuando lo único que sabemos de ella es a partir del reflejo turbio de las miradas de los demás, de los testimonios que lo nombran insistentemente como “pobre diablo melancólico”, “el atormentado”, “el infeliz”, “mi infortunado amigo”. Es a causa de sus vestimentas, su higiene, algunas traducciones incoherentes, algunos paseos sin motivo, algunos disparates en las conversaciones. Incluso con todo eso, la locura sólo parece ser una premonición extraña.

Hay una frase popular que dice que “de poetas y de locos todos tenemos un poco”, quizás en su repetición como dicho hay algo auténtico que puede ser develado y para eso mejor convocar la relación de la literatura con el psicoanálisis. Lacan dice “todo el mundo es loco, es decir delirante”. Porque la locura es un principio universal y también es para cada uno un hecho singular. Así, a su vez, también lo es la escritura en tanto todos consentimos en formar parte del lenguaje para estar en el mundo, estamos confrontados al desafío de construir una narrativa que nos haga un lugar. Otra vez Lacan, quien se interesa en Joyce precisamente porque descubre en sus novelas el punto dónde locura y escritura se tocan, lee en él cierta reparación sofisticada de lo sintomático mediante la escritura como artificio.

En ese momento Lacan comienza a plantear que la escritura, en tanto modo de bordear una verdad que sólo se puede decir a medias, puede ser un soporte o un tratamiento de la locura. Por supuesto no lo plantea en el sentido de ejercicio psicoterapéutico de asociación libre ingenua y atropellada (cómo critica Piglia al uso que hacen los surrealistas del psicoanálisis en Los sujetos trágicos). Sino la escritura como la búsqueda de un modo de narrar que posibilite al escribiente inventarse un estilo literario, un artificio poético singular que permita elaborar un saber-hacer con lo suyo – lo sintomático -, con la locura que lo habita.

Agamben nos hace entrar al atolladero en el que se encuentra para abordar los rastros de la noble y sagrada locura de Hölderlin, una vez allí será difícil no perdernos en los intentos poéticos y filosóficos que la escriben.

Sofía Kolasinski

(Córdoba, 1997) es estudiante de Psicología en la Universidad Nacional de Córdoba, en formación de la práctica psicoanalítica, librera en Volcán Azul y lectora de tiempo completo.