En este libro se encuentran diez ensayos en donde Agamben recurre a su compromiso con el pensamiento contemporáneo para desacralizar el sentido común.
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P rofanaciones, según Giorgio Agamben, son un conjunto de ensayos y un proyecto ético y político. Para comprender lo que este libro tiene de proyecto, nos dice Agamben, debemos remontarnos a la definición que los juristas romanos tuvieron del término profanar: restituir una cosa sagrada o religiosa al libre uso de los hombres. Si la religión es el ámbito de separación entre dioses y hombres, la filosofía, al igual que el juego de los niños, profana los objetos: niños y filósofos dan un nuevo uso a las cosas. “Profanar no significa abolir y eliminar las separaciones, sino aprender a hacer de ellas un nuevo uso, a jugar con ellas.” He aquí el proyecto de este libro, cada ensayo será una profanación del sentido común.
En estas Profanaciones, Agamben muestra una gran erudición y una atenta mirada sobre los fenómenos contemporáneos, además del compromiso político por el pensamiento que desafía al sentido común. El sentido detiene, pero el uso permite la fluidez de interpretaciones. Profanar es priorizar el uso común antes que el sentido común.
Sin embargo, la época actual tiene sus propias características, por el reinado de la religión capitalista, religión que vuelve a las personas y a los objetos improfanables. Existe una museificación de las fuerzas espirituales, lo cual no permite el libre uso de ellas. La alienación capitalista impide el juego de la profanación. Restituir la profanación será la tarea política a llevar a cabo, luego de este diagnóstico sagrado/profano de época: “La profanación de lo improfanable es el deber político de la próxima generación”
Las profanaciones comienzan con el concepto de Genius, el elemento impersonal y preindividual que todos tenemos, la fuerza inconsciente que se retrae a “la pretensión del Yo de bastarse a sí mismo.” La escritura misma proviene del impulso del Genius, pero luego la conciencia deviene autor, el cual traiciona la verdadera motivación. La relación que establecemos con el Genius, con aquello que en nosotros no nos pertenece, será el tema de este ensayo.
¿Qué relación existe entre la magia y la felicidad? En este escrito, Agamben nos plantea la necesidad de la magia para concebirnos felices, tal como Mozart lo dijo: “Vivir bien y vivir felices son dos cosas distintas; y la segunda, sin alguna magia, no me ocurrirá por cierto. Para que esto sucede, debería ocurrir alguna cosa verdaderamente fuera de lo natural”. Una vez más, son los niños los que comprenden esto a través de su imaginación, creando personajes mágicos que los ayudan a lograr la felicidad. No existe la felicidad sin magia, ésta es “la única que permite a un hombre decirse y saberse feliz”. Este mismo gesto es el que encontramos en Los seis minutos más bellos de la historia del cine, donde una escena del Quijote de Welles sirve para pensar melancólicamente la necesidad de la magia.
En varios textos encontramos una obsesión del autor, el tema de las imágenes. En el día del juicio final, se propone captar el momento justo en que la imagen fotográfica devela el gesto propio del juicio, ese momento que detiene el tiempo y lo vuelve eterno. La fotografía congela el gesto por el cual seremos juzgados, “en el Hades, las sombras de los muertos repiten al infinito el mismo gesto”. Ese gesto es el que capta la lente del fotógrafo. En Desear, se plantea la relación entre deseo y la imagen que nos hacemos de él. En El ser especial, la cuestión será la de la imagen y su ser ontológico, ¿es sustancia o es accidente? ¿es un objeto o es en un sujeto? “la imagen es un ser cuya esencia es la de ser una especie, una visibilidad o una apariencia. Un ser especial es aquel cuya esencia coincide con su darse a ver, con su especie”. Ser especial, al igual que la imagen, es algo insustancial, le sucede al sujeto, “como la imagen que está en el espejo”. “Especial es el ser que coincide con su hacerse visible, con su propia revelación”.
En El autor como gesto, Agamben hace un fino análisis del pensamiento de Foucault sobre la función-autor de una obra, y cómo se constituye. Sujeto y objeto “se forman y transforman el uno a través del otro y en función del otro”, nos dice Foucault.
En Los ayudantes, esos seres incompletos “que el narrador olvida al final de la historia”, pero que son importantísimos en la trama. Seres que pueden ser objetos valiosos, talismanes, como “el trineo de Rosebud”, ayudante de Kane. Estos ayudantes nos acompañan incluso desde el olvido, sin ser recuerdos conscientes, gravitan sobre la conciencia y le dan forma al saber. “A los costados y alrededor trabajan los ayudantes”.
Otra de las profanaciones será la del término Parodia, a través de la obra de Elsa Morante, La isla de Arturo. Allí el personaje lee la significación moderna del término parodia “Imitación del verso de otro, en la cual aquello que en otros es serio se vuelve ridículo, o cómico, o grotesco”. Pero el mundo clásico conocía otra acepción del término parodia, referida a la técnica musical que separaba la rítmica de las palabras de la melodía, generando un canto discordante ”que provocaba en los atenienses risotadas irrefrenables”. El medioevo también tuvo su concepto de Parodia, los italianos, que aman tanto como odian su lengua, nos dice Agamben, también tienen su propio uso del término.
El proyecto político del libro se mantiene en pie a lo largo de estos diez ensayos, cumpliendo así su cometido de ser un desafío al sentido común. Debemos dejarnos atrapar por el proyecto para asumir las posibilidades del pensamiento.