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En 1922, Thomas Stearns Eliot revolucionó el mundo de la poesía con la publicación de The waste land. Entre 1936 y 1942 publicó las distintas piezas de Four quartets, en donde medita sobre la relación de la humanidad con el tiempo, el cosmos y lo divino. En 1987, el español Esteban Pujals Gesalí publicó su traducción de los Cuartetos, que hoy rescata Cátedra en una edición especial para Argentina.

 

P ermítame el lector iniciar esta reseña con un apartado autobiográfico. Me encontré con Eliot y sus versos (Four quartets y The waste land) en un seminario de poesía angloamericana contemporánea que dio el profesor—ya retirado—Miguel Montezanti en la Universidad de Córdoba. Quedé encantado con la pregnancia de las imágenes eliotianas y los temas de su poesía. Ahora, al escribir estas líneas hallo un artículo de Montezanti en el que concluye, acertadamente: “Las generaciones venideras sentirán la necesidad de traducir nuevamente los Cuartetos. Es evidente que sólo por medio de una traducción personal salen a la luz los problemas de comprensión de un texto poético. No se trata de separatismo lingüístico, pero se tiene la sensación de que un poeta importante debe ser ‘escuchado’ desde el uso lingüístico cercano. Traductores peninsulares y latinoamericanos seguirán sin duda tratando de aprehender la ‘vozsemioída’ de los Cuatro Cuartetos”. A varios años de aquel seminario me encuentro con la edición de Cátedra publicada por primera vez en 1987 y por última vez en Argentina a fines de 2021; para arribar a ella hay un largo recorrido que vale la pena mencionar, aunque sea someramente.

 

Como no podía ser de otra manera, fue un argentino el que tradujo por primera vez los Cuartetos. En 1949, pocos años después de la primera edición en inglés, Arturo Fruttero (Tortugas, Santa Fe, 1909-Colonia Belgrano, Santa Fe, 1963) produjo su versión, publicada recién en 2023 por la Editorial Municipal de Rosario. Su traducción no llegó a publicarse entonces por motivos que se desconocen, aunque en los archivos hallados se mencionara a una “editorial Dodecaedro”, de Rosario. Fruttero, que también fue poeta y vio compilada su obra en el año 2000, colaboró en distintas instituciones de la Chicago argentina: la Asociación Rosarina Cultural Inglesa, el Museo de Bellas Artes Juan B. Castagnino y Amigos del Arte, donde dictó conferencias y leyó sus traducciones de, por ejemplo, Blake, Shelley, Baudelaire, y Eliot.

El listado de traducciones al castellano se completa con la del español Vicente Gaos (1951), la del argentino J. R. Wilcock (1956), la del español José María Valverde (1978), la del español Esteban Pujals Gesalí (1987)—que es la que nos convoca aquí—, la del mexicano José Emilio Pacheco (1989), la del español Jordi Doce (2001) y la del español Andreu Jaume (2016). No debería sorprendernos que el mapa de traducciones de los Cuartetos de Eliot se haya repartido entre España, México y Argentina, al ser estos países tres grandes polos de producción editorial.

En agosto de 2018 Jorge Fondebrider republicó en su blog una crítica del mexicano Jorge Ortega sobre los Cuatro cuartetos en versión de José Emilio Pacheco, que, junto con la de Wilcock, es la que suele despertar más interés, quizás por la dedicación o por la identidad de los traductores. Allí nos enteramos que el mexicano trabajó por tres décadas y media en los Quartets hasta ver su labor terminada, hecho que reflejaba la propia ética del traductor, que revisaba y corregía su obra poética de manera constante. El articulista señala algunas particularidades de la versión de su compatriota: “Pacheco se concedió entonces ejecutar cambios de forma o de tipografía, inclinándose desde siempre, en la traducción […] por una transcreación, o sea, una pasión trenzada por el gusto de la traslación lingüística y el impulso de la invención verbal. Para José Emilio Pacheco la traducción representa una conquista que desemboca necesariamente en una apropiación”. Por otro lado, leemos que Pacheco “considera un poema suyo, una empresa de composición personal, su versión de la pieza maestra de Eliot. No precisa justificarse porque un libro de poesía no precisa de justificaciones”, señala el reseñista, que exalta la versión de Pacheco. Pujals Gesalí, profesor de literatura inglesa en la Universidad Autónoma de Madrid, además de traductor (de John Ashbery y Gertrude Stein, entre otros) y poeta, se toma libertades respecto del original, pero no deja sin aclarar los motivos.

Entre los puntos fuertes del libro aquí comentado se halla el extenso estudio preliminar del traductor. El prólogo es usado en, por ejemplo, la cátedra de literatura norteamericana de la UBA, mas no la traducción, que ya tiene más de treinta años y en esta edición no se ha revisado; tampoco se han añadido notas, bibliografía actualizada o un epílogo que dé cuenta de la nueva publicación. El lector avezado podrá agradecer que se trate de una versión bilingüe, pues de esa manera podrá contrastar el original con la traducción ofrecida por Pujals Gesalí. El traductor en el prólogo agradece a sus padres, “ambos consumados traductores, si es que es posible traducir” (mi énfasis). Sincero, admite su duda, que intenta sortear con erudición, puesto que leyó y comenta tres ediciones previas. Como buen profesional de las letras, se apoya en las producciones que lo preceden. También ofrece en su versión una abundante cantidad de notas que explican citas, alusiones, referencias y, de particular interés para quien suscribe, los títulos de cada uno de los cuartetos: “Burnt Norton”, “East Coker”, “Las Dry Salvages” y “Little Gidding”.

Cotejemos algunos pasajes de los Cuartetos del angloamericano, en el original y en la traducción del español. Los versos de “Burnt Norton” “Time present and time past/Are both perhaps present time in time future,/And time future contained in time past” se vuelven “Están presente y pasado presentes/ tal vez en el futuro y el futuro/en el pasado contenido”. La rima interna suena extraña, y la omisión de “tiempo” es un tanto curiosa, porque en el original ocurre seis veces, mientras que el traductor decide evadir por completo un término fundamental para la construcción de sentido.

Consideremos los primeros versos de “East Coker”: “In succession/Houses rise and fall, crumble, are extended […]” son traducidos como “Las casas se suceden: se levantan y caen, se derrumban […]” El cambio de un sustantivo, “succession”, que funciona como complemento adverbial de modo, a un verbo reflexivo, “se suceden”, no resulta del todo convincente.

Sigamos. Donde Eliot parafrasea al Eclesiastés, con su versificación inmejorable, “[…] there is a time for building/And a time for living and generation/And a time for the wind to break the loosened pane/And to shake the wainscot where the field-mouse trots/And to shake the tattered arras woven with a silent motto”, Pujals Gesalí corta los versos de una manera un tanto abrupta, que rompe el flujo de lectura: “hay un tiempo/para edificar/y para la vida/y la generación y un tiempo/para que el viento rompa el vidrio suelto,/sacuda el zócalo por donde trota/el ratón y el andrajoso tapiz/donde tejieron callada leyenda”.

Pensemos en estas líneas del mismo cuarteto, de las más poderosas porque parecen contener una verdad trascendental: “There is, it seems to us,/At best, only a limited value/In the knowledge derived from experience”. El español las traduce como “Hay, nos parece, a lo sumo un valor/limitado en el saber por experiencia”.

Bien vale esta edición como muestra del interés entre poetas y traductores hispanoamericanos por probarse frente a tamaña obra clave de la poesía en lengua inglesa.

Matías Carnevale

(Tandil, 1980) es Licenciado en lengua inglesa por la Universidad de San Martín y maestrando en literaturas comparadas por la Universidad de La Plata. En 2019 publicó En la tierra como en el cielo, cine estadounidense de ciencia ficción 1970-1989 (Editorial UNICEN). Coordinó la publicación de los libros Ray Bradbury, el hombre centenario (Catalpa, 2020), Exploraciones: ensayos en torno a Pablo Capanna (Ediciones UNQ, 2022) y Pull my daisy y otras experimentaciones, la Generación Beat y el cine (Alción, 2022). En 2020 creó el grupo de Facebook Nostromo, club de ciencia ficción, que administró hasta 2023. Colabora habitualmente en Infobae y Le Monde Diplomatique edición Cono Sur.