Anne Boyer retrata lo que comienza para ella tras un diagnóstico de cáncer, superando los límites de lo autobiográfico para mirar con valentía el “laberinto social de la enfermedad”
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“Escribir en la adversidad es la manera natural de hacerlo”
Santiago Loza en Nadadores lentos
(Editorial Documenta)
A la poeta y ensayista Anne Boyer le diagnostican a sus 41 años un cáncer de mama con un pronóstico desesperanzador y le indican un tratamiento que más que mejorarlo le da la bienvenida al purgatorio: al filo entre la vida y la muerte.
Desde ese lugar es que la autora se aferra a la investigación literaria y a la escritura para intentar dar sentido a aquello que le resulta paradójico y apócrifo. Quizás porque a pesar de todo infortunio sobrevive en ella el deseo de hacer públicas sus experiencias y meditaciones más íntimas. Quizás porque la supervivencia en este mundo dependa un poco de la posibilidad de escribir para que otros lean, hacer trascender el relato a partir de la mirada de los demás.
Hay algo primordial de lo que experimenta que no alcanza a comprender. Es desde una necedad luminosa que se niega a contar la historia desde las narrativas de la padeciente, de la víctima o de la heroína resiliente.
“No quiero contar la historia del cáncer de la manera en que me han enseñado a hacerlo” p. 104.
Anne Boyer, sin nada que perder, oscilando entre la vida y la muerte, se entrega a los interrogantes que se abren ante ella. ¿Qué es lo que no entiende de la experiencia del cáncer? La hipocresía del discurso común, el de la prensa, del sistema de salud, de la internet, que construye una épica alrededor de la enfermedad cuando para ella es evidentemente un problema político.
Lo ridículo de construir un pronóstico que gire alrededor del deseo por vivir o morir o de la fuerza de guerreros en lucha, cuando para ella es evidente que las probabilidades de supervivencia tras un diagnóstico de cáncer juegan alrededor de condiciones de género, etnio-raciales, económicas, sociales, domésticas.
¿Cómo es la mitología narrativa alrededor del cáncer en un mundo capitalista, en un país muy capitalista y en el auge del neoliberalismo? ¿En qué punto la era de la información, la posverdad, el lucro alrededor de la publicidad, el endiosamiento de la ciencia y la tecnología, las empresas de la resiliencia y el pensamiento positivo afectan las formas de hablar y vivir la experiencia en quienes reciben el diagnóstico?
Desmorir (2021) no es una crónica de la enfermedad ni un registro de autosuperación. Si existiera la categoría literaria de Diarios íntimos-políticos allí podríamos ubicarla. Con ráfagas de emotividad pero también con un tono que lo asemeja a un manifiesto ideológico, construye un relato personal y autobiográfico alrededor de un mal moderno e impersonal.