”Durante mucho tiempo no pude deshacerme del peso de los desaciertos políticos de mi familia. Por culpa de éstos, siempre hubo cierto recelo, cierta desconfianza hacia mí; no fueron pocas las veces que mis compañeros se quedaron después de la reunión para examinar mi caso «burgués» y la sinceridad de mis convicciones, inclusive el dudoso sentido de cómo fui concebido —se había corrido la voz— el mismo día de la firma del Tratado de Versalles. Era consciente de que me vigilaban, de que evaluaban y sopesaban cada una de mis palabras o actos, de que vacilaban en llevarme consigo a los sabotajes o atentados, incluso a distribuir volantes o reunir ayuda para los guerrilleros.
Goran PetrovićLa mano de la buena fortuna