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Hay una transversalidad en los estadios deportivos de todo el mundo: el público masificado. Este ensayo se despliega sobre el contrapunto que el autor establece entre la filosofía y el recuerdo personal, para acercarse a lo específico de las multitudes.

 

E l acercamiento de la filosofía a fenómenos populares no siempre deja saldos positivos. En ocasiones cae en un elegante desprecio por las pasiones de una muchedumbre al endosarle todas las características de la irracionalidad. En otras, se vuelve algo más condescendiente y trata de encajar en la frialdad de los conceptos el ardor de acciones paroxísticas, vaciando a éstas de todo atractivo. El equilibrio virtuoso consistiría en emplear la filosofía para desnaturalizar prácticas cotidianas y rituales, como ir a la cancha a ver un partido de fútbol, para capturar el carácter inherente a semejantes multitudes.

 

En Multitudes. El estadio como ritual de intensidad, Hans Ulrich Gumbrecht aplica su formación humanística para esclarecer lo que a él mismo le sucede como espectador. En este título, que forma parte de la colección Interferencias del sello Adriana Hidalgo, el autor evoca las vivencias más significativas que tuvo en los estadios como asistente a eventos deportivos. En las primeras páginas, reconstruye su visita a la Bombonera en Buenos Aires, explicita su especial vínculo con el estadio del Borussia Dortmund, y confiesa su decepción con el Bernabéu en su visita allá por los años setenta. A lo largo de la obra, esta dimensión biográfica opera una suerte de pausa de la exposición ensayística para no perder de vista que el análisis debe dar cuenta de algo muy vital y corporal, de una fuerza que no se define por su dirección sino por su intensidad.

Esta obra fue pensada y escrita a la sombra del Covid-19, cuando el aislamiento era la norma y los partidos de fútbol se llevaban a cabo en estadios sin público. Esa ausencia, como todo silencio, fue para Gumbrecht un llamado de atención. El estadio es una construcción llamada a reunir, a celebrar, a concentrar individuos para que cada uno de sus rincones tenga un significado ritual. La ubicación de los barrabravas, la distancia respecto de los jugadores, la sensación de acogida o de dispersión son fundamentales para el público. A diferencia de otros eventos (como los recitales de música), el público de los eventos deportivos se conforman como una masa, como una conjunción de cuerpos que se funde en otro cuerpo que los incluye.

En un breve recorrido por la historia de la filosofía, el autor detecta una clara inclinación a presentar las masas como un estado de degradación del individuo, como una exaltación del instinto de rebaño nietzscheano. El individuo masificado se vuelve bestia, irracional, es avasallado por el inconsciente y se contagia de la conducta de sus semejantes. Hubo quienes vieron esta deformación en las masas que apuntalaban los fascismos europeos del siglo XX, cuyo denominador común era la insistencia en los derechos y el olvido de las responsabilidades.

Sin embargo, Gumbrecht apuesta por las excepciones. El autor reconoce que la violencia está latente en la intensidad del estadio, y recupera a Judith Butler para señalar que es en el corazón de las masas que lo político aflora: “es la presencia física del cuerpo en el espacio la que conduce políticamente como punto de fuga al derecho –que no puede fundarse de otro modo, abstractamente−, a tener derechos”. La conciencia en un estadio produce una reafirmación del yo, un olvido de sí que se resume, luego, en la creencia de un nosotros.

Surgen así distintas dimensiones de análisis. La experiencia del propio cuerpo entre otros de la masa; la atención que se dirige colectivamente al mismo espectáculo deportivo; y la dinámica que surge en esa coordenada espaciotemporal que rompe con el espacio y el tiempo cotidianos. Estas dimensiones son complejizadas por el autor a partir de teorías contemporáneas como la conducta de enjambre, las neuronas espejo y la investigación de primates. Estas dimensiones se sostienen con el concepto de intensidad, que toma prestado de Gilles Deleuze, para precisar el carácter dual que define a la masa en un estadio como “potencialidad de un movimiento anónimo exterior a nosotros”, que puede “elevarnos a la euforia o transformarnos en proyectiles de violencia”.

Si bien a lo largo de este ensayo Gumbrecht recupera diversos deportes, el fútbol no deja de ser la mejor ejemplificación de los engarces más complejos de su tesis. Tal vez se deba a lo que él considera “la improvisación colectiva” propia del fútbol, que “vive de intuiciones, de breves esperanzas, frustraciones y reacciones”.

Desconozco cómo fue recibido este ensayo en otras latitudes, si algunas de las historias presentadas con marcada pasión parecerán exageradas a lectores del resto del mundo, o si juzgarán el fenómeno de las masas como ajeno al prestigio especulativo de la filosofía. Nada de esto le parecerá excesivo a un argentino, a aquel que entiende que su lugar en el mundo es en la cancha viendo a su equipo, abrazando a un desconocido y insultando al adversario. Multitudes es un ensayo que da cuenta de un fenómeno cercano, bien a la mano, pero es también una demostración de que la filosofía tiene mucho para hacer en aquellos fenómenos humanos que no se definen por una metafísica vaporosa sino por su espesa intensidad.

Ernestina Godoy

(Lincoln, 1987) es Ernestina Godoy es Licenciada en Filosofía por la UNC, docente y colaboradora en La Voz del interior.