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La brillante escritora norteamericana Jane Smiley explora las consecuencias que sufre una familia al intentar, a medias, una vida desconectada de las ciudades, el consumo y los medios de producción masiva.

 

U n niño recorre con su padre los pasillos de la tienda Walmart. Las muñecas Barbie que va a comprar están al final de la sección de juguetes. Como si al castigo original se le impusiera el accesorio de tener que ser testigo de ese maravilloso mundo de consumo al que él no puede acceder. Las muñecas costarán 26 dólares lo que representa un dineral para una familia que está orgullosa de vivir todo el año con 343,67 dólares. Para pagar esa suma debieron vender parte de un cordero y Tommy (que es el nombre del niño) pintará la alberca de una vecina.

Tommy no solo ha cortado el saco y roto las muñecas de Annabel, su compañera nueva, sino que la ha llamado públicamente “negrata”. No sabemos de dónde ha sacado, un niño bueno como Tommy, esa expresión. De su familia no. Es un niño inocente que vive con sus amorosos padres Robert y Elizabeth Miller, quienes han fundado una granja en la pretenden emular el sueño de Thoreau en Walden. Claro que así como Thoreau, que no construyó la célebre cabaña a orillas del lago Walden, que viajaba regularmente a Concord donde se abastecía de alimentos, periódicos y libros y que visitaba regularmente a su madre y tías para tomar el té; las tentaciones del mundo exterior empiezan a colarse en la apacible vida diseñada por los Miller: Bob da una nota para la edición de un libro sobre la agricultura en los valles que lo llena de un orgullo peligroso que percibe su esposa, Liz participa de las reuniones de la iglesia evangélica que Bob detesta y Tom, que es el que se lleva la parte más difícil, en un colegio que lo invita secretamente a un mal que después condena en público.

Los Miller quieren una vida aislada del mundo pero el orgullo de Bob es un orgullo depositado en la comparación de la propia vida con la de “los otros” y son “los otros” la fisura por la que se cuela el mal de la vida gregaria.

Qué moviliza el racismo instalado en el discurso de un muchacho inocente puede tener una primera respuesta rápida en la diferencia de clase social entre Tom y Annabel: ella es rica, con padres universitarios y con acceso a múltiples bienes de consumo y Tom vive en una granja aislada del mundo y con un pony como único tesoro en la vida. Quién instala ese discurso en el niño es la gran incógnita a la que Jane Smiley sabrá, en un gesto de sabiduría, no dar respuesta.

El misterio de la novela está en el corazón de un niño inocente, lo que Rousseau llamaba “el buen salvaje”, un corazón impulsado al mal, como un espejo que lo refleja, pero nunca lo absorbe: el mal no proviene del corazón del niño sino de los “otros”. El misterio de un niño que es dos niños: el hijo de los Miller en la granja y el estudiante del instituto que carga todo su odio resentido contra una niña de color.

Smiley maneja de un modo muy perspicaz en la estructura de los capítulos al ritmo del tiempo: los meses, las estaciones. Como si las acciones y lo que esperamos de los personajes fueran algún tipo de cosecha que a veces prospera y otras se malogra.

El proyecto de los Miller zozobra hacia los modos de una vida burguesa y sentimos que ese pequeño fracaso doméstico se nos contagia, que no solo han sido derrotados ellos, sino que compartimos colectivamente este fracaso individual. Cierro la novela sintiendo el confort y el arrullo que también es parte de una amarga derrota. La derrota de sospechar que no hay Walden sin Concord.

Juan Kolasinski

(Córdoba, 1969) ha sido librero, representante editorial, es escritor secreto y coordinó talleres de lectura, hizo todos los talleres habidos y por haber en Córdoba y es un incansable agitador cultural, además de parte de la trama secreta de la cultura Argentina.